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Si no quieres envejecer demasiado rápido, ¡no te enojes!

Como dice el dicho: ¡El que se enoja, pierde!, pero en este caso no de peso. Desafortunadamente, de acuerdo con diversas investigaciones, las personas que se enojan engordan más fácilmente.

Según un estudio realizado por la Universidad de Yale, esto sucede por la siguiente razón: el cortisol, una sustancia que genera el cuerpo cuando tienes estrés, hace que se eleven los niveles de azúcar en la sangre y eso provoca aumento de peso.

Por otro lado, enojarnos nos hace engordar también porque cuando nos enojamos tendemos a comer más de lo normal; la mente no procesa realmente que estamos comiendo en exceso, simplemente cubre la necesidad de ansiedad que el enojo genera.

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Pero no solo los científicos de Yale lo han comprobado, de acuerdo con Juan Manuel Romero Villa, nutriólogo y autor del libro El que se enoja engorda, cuando nos enojamos, el organismo no solo produce cortisol, la hormona de “combate”, sino también adrenalina. Esta pone al cuerpo en situación de defensa, lo que provoca inflamación, ya que las células no pueden liberar energía, ocasionando un aumento de peso.

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Para infortunio de los gruñones, además, el mal humor altera nuestras hormonas, provocando fatiga y que todo se nos antoje, especialmente aquellos alimentos que son altos en grasa, azúcar y sal. Y es que cuando tenemos los nervios de punta, tendemos a consumir comida chatarra, difícil de digerir.

Mientras que en los hombres, el aumento de peso se refleja en los muslos, brazos y papada, en las mujeres ocurre alrededor del abdomen, espalda y cintura. Otros trastornos que ocurren son la aparición de acné, piel reseca, aparición de vello facial y la sensación de hinchazón constante.

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De igual forma, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), indicó que el enojo puede provocar un envejecimiento prematuro, ya que deteriora nuestro corazón y pulmones. Es así como corremos el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, ya que el corazón se acelera más de la cuenta. Esto deteriora las paredes de las arterias, acumulando grasa y convirtiéndola en colesterol malo.

Así que ya sabes, cuando sientas que vas a estallar de la ira, lo mejor será que te des un respiro, cuentes hasta diez y sonrías. Cuando estamos de buen humor, enamoradas o cuando reímos, nuestro sistema produce sustancias que “nos reparan” y nos rejuvenecen.

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Recuerda ante todo que sonreír y una actitud positiva son nuestros mejores aliados para vernos y sentirnos bien.

 

 
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